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Mostrando las entradas de octubre, 2024

Caperucita Roja

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Érase una vez una niñita que lucía una hermosa capa de color rojo. Como la niña la usaba muy a menudo, todos la llamaban Caperucita Roja. Un día, la mamá de Caperucita Roja la llamó y le dijo: —Abuelita no se siente muy bien, he horneado unas galleticas y quiero que tú se las lleves. —Claro que sí —respondió Caperucita Roja, poniéndose su capa y llenando su canasta de galleticas recién horneadas. Antes de salir, su mamá le dijo: — Escúchame muy bien, quédate en el camino y nunca hables con extraños. —Yo sé mamá —respondió Caperucita Roja y salió inmediatamente hacia la casa de la abuelita. Para llegar a casa de la abuelita, Caperucita debía atravesar un camino a lo largo del espeso bosque. En el camino, se encontró con el lobo. —Hola niñita, ¿hacia dónde te diriges en este maravilloso día? —preguntó el lobo. Caperucita Roja recordó que su mamá le había advertido no hablar con extraños, pero el lobo lucía muy elegante, además era muy amigable y educado. —Voy a la casa de abuelita, señor...

Las 12 princesas bailarinas

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  Érase una vez un rey que tenía doce hijas, ellas eran las más hermosas de todo el reino. Las doce princesas dormían juntas en una enorme habitación con doce camas alineadas. Cada noche, el rey cerraba la puerta de la habitación con dos cerrojos. Sin embargo, al abrir la puerta en la mañana, notaba que los zapatos de las jóvenes estaban rotos como si hubieran bailado toda la noche. El rey, perplejo, les exigió una explicación, pero las princesas permanecieron en silencio. Fue entonces que proclamó a sus súbditos que quien descubriera el misterio de los zapatos rotos, tendría la oportunidad de tomar en matrimonio a una de sus hijas y convertirse en el futuro rey. Pero debía hacerlo en el término de tres días. De lo contrario, sería desterrado del reino. A los pocos días, un príncipe se presentó ante el rey dispuesto a descubrir la verdad. Él fue bien recibido y alojado con toda comodidad en la habitación contigua donde dormían las princesas. Pero el príncipe parecía tener párpados ...

La princesa y la sal

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  Érase una vez un rey orgulloso que vivía con sus tres hermosas hijas. Un día les preguntó cuánto lo amaban. La hija mayor respondió: —Te amo más que al oro y la plata. La segunda hija respondió: —Te amo más que a los diamantes, rubíes y perlas. La hija menor respondió: —Te amo más que a la sal. El rey se enojó con su hija menor por comparar su amor con una especia común, y la desterró de su reino. Una anciana cocinera de la corte, lo había escuchado todo y acogió a la princesa, enseñándole a cocinar y cuidar de su humilde cabaña. La joven era una buena trabajadora y nunca se quejó. Aun así, cada vez que pensaba en su padre, le dolía el corazón por haber malinterpretado su amor. Muchos años después, el rey convocó a los más nobles y ricos a un banquete en celebración de su cumpleaños. Cuando la hija menor del rey se enteró de la noticia, le pidió a la anciana cocinera que le permitiera cocinar para el rey y los invitados. El día de la majestuosa fiesta, se sirvió un exquisito plat...

Riquete el del Copete

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Érase una vez, hace mucho tiempo atrás, un rey y una reina que vivían muy felices, pero anhelaban ser padres. Después de años de espera, la reina dio a luz a un niño. Pero el niño era muy poco agraciado y la reina siendo vanidosa y superficial se sintió decepcionada por la apariencia de su hijo. Sin embargo, un hada que estaba presente en el nacimiento le otorgó al pequeño el regalo de la sabiduría, además lo dotó con el don de impartirle a la persona a quien más quisiera, la sabiduría que él mismo poseía. Esto consoló un tanto a la reina. Con el transcurrir del tiempo el consuelo se convirtió en orgullo, pues tan pronto como el niño comenzó a hablar, cautivó a todos con sus actos de nobleza y palabras de sabiduría. Por cierto, olvidé mencionar que cuando el pequeño príncipe nació tenía un mechón de pelo en la cabeza. Por esta razón todos lo llamaban Riquete el del Copete, pues Riquete era el apellido de la familia. Al cabo de siete u ocho años, la reina de un país vecino dio a luz a d...

Tío Tigre y Tío Conejo

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Una calurosa mañana, se encontraba Tío Conejo recolectando zanahorias para el almuerzo. De repente, escuchó un rugido aterrador: ¡era Tío Tigre! —¡Ajá, Tío Conejo! —dijo el felino—. No tienes escapatoria, pronto te convertirás en un delicioso bocadillo. En ese instante, Tío Conejo notó unas piedras muy grandes en lo alto de la colina e ideó un plan. —Puede que yo sea un delicioso bocadillo, pero estoy muy flaquito —dijo Tío Conejo—. Mira hacia la cima de la colina, ahí tengo mis vacas y te puedo traer una. ¿Por qué conformarte con un pequeño bocadillo, cuando puedes darte un gran banquete? Como Tío Tigre se encontraba de cara al sol, no podía ver con claridad y aceptó la propuesta. Entonces le permitió a Tío Conejo ir colina arriba mientras él esperaba abajo. Al llegar a la cima de la colina, Tío Conejo gritó: —Abre bien los brazos Tío Tigre, estoy arreando la vaca más gordita. Entonces, Tío Conejo se acercó a la piedra más grande y la empujó con todas sus fuerzas. La piedra rodó rápid...